La vida rueda sin descanso, el trabajo y el ritmo impuesto dejan pocos momentos para tomarse un téyalmendras. Este rato es el único para relajarme, para disfrutar del mundo y de la vida. Con la cabeza apartada de lo banal, del paso vital y el juicio del tiempo. Abstraído de todo… justo en este momento comprendo lo que soy, lo poco que importa lo que hace un rato tanto me preocupaba… Teyalmendras es la bitácora donde caben mis pensamientos; recogidos, alejados de la normalidad y la rutina…



domingo, 24 de junio de 2012

Me dirás inquieto


Me dirás inquieto
pero no puedo evitar tu piel,
viajar rozando sus fascinantes formas
para alborotar cada uno de mis poros
y entrañarte
como las nubes huecas buscan el cielo.

Miro atrás…
ocupas la desnudez  del día,
el ágora de una idea
en la raya indiscreta del tiempo…
como una hoguera sobre mi arena,
luciérnaga perdida.

Lo sé,
cantar blando al oído es prenderte…
atrapar tu inocencia y hacerla treta,
despertarte los pecados
que duermen en el silencio de tu escote
y así surcar ebrio mi voluntad.

Volamos como aves sin aire
sentados en el balcón de la cama…
frente a arrabales de carne
que besan cada noche,
deshilando las esquinas prohibidas
sin dejar de perseguirnos.

Ya no hay alfombra con orilla
que no hayamos recorrido…
texturas
latidos profundos perdiéndose
en los vientres huecos de luz
y ruido.

Palmo a palmo
buscar es caer tras la cortina de fuego
con un temblor de tus labios,
las pupilas calizas que se clavan
desde dos cuerpos desordenados,
salinos y tibios
en el poniente absoluto
de nuestro estrecho colchón.

sábado, 9 de junio de 2012

Bosque helado


Te confundes
y corro a eclipsarme en mi bosque helado,
en los troncos huecos del tiempo
como el paradigma ausente de tu fértil legado.

Fronda, broza seca…
la espesura es ropaje y necesaria distancia,
profundidad desocupada
que lame con celo el rapsoda de viento.

Pienso en tu blanca mano,
en el amor y el miedo…
cuelgan ronzales tras la puerta
y a mi espalda
el cielo vela sobre un eterno bosque helado.

Ya germinan apologías mudas
en las comisuras de este cosmos mío…
en el celeste manglar,
transito, respiro, ensayo…
me inclino gozoso sobre los nidos
esperándote recordar.

Llega la tarde y estas en la brisa,
en la lumbre que tiñe tu piel de espejo…
te observo,
plegado en sombras
furtivo e inocente como la lluvia de verano
en la sed ronca de tu lengua.

Soy luz...

habito el grosor efímero de las ánimas,
entre la dulzura y los temores…
madurando al abrigo de un sueño
que no desea atropellarse más allá
de este...
mi latente bosque helado.