Peldaños cincelados
en mi pecho
caen hasta
la debilidad profunda
de un amargo
cuerpo abierto…
quebrado por
aquellos primeros sueños
que paso a
paso
los años fueron
cumpliendo.
A la deriva
entre muros que
avasallan
se inundan
mis pulmones cansados
y aturdido, ansío gritar…
rugir hasta
rasgar mi boca marchita.
Hoy sé…
que me
seduce tu atajo,
el final
obsceno del silencio
partiendo en
el último tren…
para
tropezar con los latidos perdidos
de mi negro
corazón inanimado.
¿…Y que nace
de las sonrisas?
pasa la
gente aliviada
con su piel
preñada de vida…
la respiro
al cruzar,
ansío su
vehemencia
y la inhalo con el ímpetu instintivo
de quien se
sabe culpable
cayendo al
vacío.
Al
enjuagarme en los charcos
se esfuma el
reflejo
y solo
deseo seguir huyendo,
solo huir
ahuyenta los
recurrentes murmullos
que afilados
hieren mi cabeza.