Traquetea lenta y desvestida
la caricia de un recuerdo,
aguardando en su simiente
florecer a su momento.
Agazapada en la memoria
absorta espera el movimiento,
la señal de lo existido
el aroma de otro tiempo.
Inexcusable es desdeñarla
descartar su pensamiento,
esas manos que la evocan
son parte del desconcierto.
Agitados los resortes
la piel hueca eriza el vello,
las miradas se humedecen
y el instante se hace eterno.