Tarde tórrida de pueblo,
persianas echadas…
un perro ladra en la plaza,
juro y maldigo…
saliva en la almohada.
El tiempo sonríe ignorado y…
ahí fuera, el sol hostiga pleno,
tañen campanas,
las cinco…
otro revuelco en la cama.
Habitación oscura
sobre sabanas claras,
silencio denso…
todos descansan,
resbala el aire por las rendijas…
aire atrevido y fresco.
La media tarde se anuda lenta,
destila su pausa y pereza…
hastío caliente en las calles,
yo… me abandono,
me derrito velado
en el dulce placer de la siesta.
¡¡¡QUÉ CALORRRRRRRRRR!!!
ResponderEliminarme recuerda a una tarde en extremadura hace muchos años...
botijo, botellin, sombra y siesta, pequeños placeres.
Un abrazo.
Me ha entrado una morriña de tarde de verano al leer tu poema... Me ha encantado, me has llevado directamente a uno de esos días de quedarse pegado en la cama, en el sofá, o en la tumbona si hace falta.
ResponderEliminarUn abrazo :)
¡Qué envidia, qué ganas!
ResponderEliminarCae mi cuerpo, derrotado del cansancio, en la cama. Estoy espeso del calor.
Gracias por disfrutar de mi siesta...
ResponderEliminarSaludos ;)
Santa siesta, que bien descrita. Un saludo.
ResponderEliminarMmmmmm... Son las 12 de la noche y me gustaria echar una siesta...
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