Me dirás inquieto
pero no
puedo evitar tu piel,
viajar rozando
sus fascinantes formas
para alborotar
cada uno de mis poros
y entrañarte
como las nubes
huecas buscan el cielo.
Miro atrás…
ocupas la desnudez
del día,
el ágora de
una idea
en la raya indiscreta
del tiempo…
como una
hoguera sobre mi arena,
luciérnaga
perdida.
Lo sé,
cantar blando
al oído es prenderte…
atrapar tu
inocencia y hacerla treta,
despertarte
los pecados
que duermen
en el silencio de tu escote
y así surcar
ebrio mi voluntad.
Volamos como
aves sin aire
sentados en
el balcón de la cama…
frente a arrabales
de carne
que besan cada
noche,
deshilando
las esquinas prohibidas
sin dejar de
perseguirnos.
Ya no hay
alfombra con orilla
que no
hayamos recorrido…
texturas
latidos
profundos perdiéndose
en los
vientres huecos de luz
y ruido.
Palmo a
palmo
buscar es
caer tras la cortina de fuego
con un temblor
de tus labios,
las pupilas
calizas que se clavan
desde dos
cuerpos desordenados,
salinos y tibios
en el poniente
absoluto
de nuestro estrecho
colchón.